La producción gráfica es un conjunto de conocimientos y procesos que son absolutamente necesarios para materializar cualquier producto gráfico.
Parece que la expresión producción gráfica ha perdido fuerza en los últimos años. Para algunos, sobre todo los nuevos, parece haber caído en el olvido. Esto en parte es lógico si tenemos en cuenta que el volumen de trabajo online ha aumentado de una manera asombrosa frente al volumen de trabajo impreso.
Ahora bien, seguimos diseñando catálogos, dípticos, papelerías, tarjetas de visita, memorias anuales, revistas corporativas, presentaciones de negocios, y un largo etc y precisamente por el gran protagonismo que ha tomado lo digital, los trabajos impresos deberían estar más cuidados que nunca. Ese es desde luego el camino que han adoptado las revistas, los anunciantes en dichas revistas o las grandes empresas que desean dar valor a su marca.
Hace un tiempo me encontraba yo dando una clase sobre acabados de impresión y en concreto sobre la impresión tipográfica. En la proyección mostraba una exquisita selección de trabajos de papelería, en su mayoría tarjetas de visita con papeles muy cuidados, texturas, con delicadas cualidades táctiles, papeles con volumen o algodonados... Un alumno preguntó que quién iba a querer unas tarjetas como esas. Me quedé sorprendido con la pregunta. Yo venía detectando desde hacía muchos años una falta de sensibilidad hacia los materiales a utilizar en el diseño, hacia los papeles, o hacia los tipos de impresión a utilizar para cada necesidad, pero nunca habían llegado a formular esta pregunta. La pregunta por supuesto llevaba consigo implícita un tono de voz y un contexto general de la clase. Cuando me refiero al contexto general me estoy refiriendo en concreto a esa tendencia que tienen de ser receptores pasivos de lo que ven en Internet y la posterior copia de dichos efímeros referentes; olvidándose, o no reflexionando en absoluto sobre el tipo de cliente o sobre el contexto posterior real en el que vivirán sus trabajos.
Es cierto. Muy pocos clientes están dispuestos a pagar unas tarjetas de visita como esas. Muy pocos clientes reflexionan y se llegan a dar cuenta que por un 30% más en el precio pueden marcar una ventaja diferencial en su imagen frente a su competencia; marcar una huella en la memoria de uno de sus posibles clientes. La mayoría caen en la mediocridad y la indiferencia sí, y la mayoría no se dejan aconsejar lo suficiente por los profesionales de la imagen; pero tú (me refiero a mi alumno), tienes la obligación si aspiras a ser un buen profesional, de saber ofrecerle esa oportunidad. No seas como esos médicos que sólo saben recetar paracetamol o los cocineros que sólo saben hacer comida rápida. Debes tener además unos pilares sobre los que asentar tus decisiones.
Muchos diseñadores jóvenes, aún en su etapa de estudiantes o ya como profesionales son incapaces de darle coherencia al concepto por que no manejan bien ni los soportes ni las técnicas de impresión. La idea puede ser buena de partida, quedar excelente en la pantalla del ordenador, incluso en un portafolio, pero luego en la realidad física todo ese concepto se derrumba o pierde fuerza por que no han tenido la perspectiva para pensar el soporte, para hilar el conjunto. Todo parece empezar con coherencia en la pantalla: el concepto, la resolución creativa, composición, tipografía, color… pero ya cuando se ve plasmado en la realidad material, el eslabón débil rompe esa cadena y todo se desvanece por una mala producción.
Al hablar de producción me estoy refiriendo por supuesto a todo aquello que supone materializar, llevar a un soporte físico el trabajo del cliente. Y eso comienza mucho antes del momento previo al envío a imprenta. Comienza por un conocimiento global, conocimiento de materiales, de técnicas de impresión o post impresión, de tintas, de acabados, de procesos… No es ni de lejos un conocimiento especializado como tiene el profesional que realiza esa producción de manera específica, pero sí es una cultura, un pensar. Al igual que un diseñador gráfico no tiene por qué tener el nivel de conocimientos sobre tipografía que tiene un tipógrafo, pero todos estaremos de acuerdo que está obligado a saber escoger una tipografía o a manejarse con comodidad entre ellas. Pues lo mismo pasa con la elección de un papel, sus cualidades, el mensaje que transmite, sus posibilidades, y todo ello en combinación con la técnica de impresión adecuada.
Yo no sé si todo esto también tendrá algo que ver con la incapacidad que tienen para previsualizar un trabajo, para trasladarse mentalmente a la calle o a un contexto determinado convirtiéndose en espectador, puro receptor. Pienso que los jóvenes hoy en día piensan demasiado en el ordenador, en lo que tienen plasmado sobre esa pantalla en esos momentos, y no ven más soporte que ese.
Los diseñadores de antes de la era de los ordenadores, generación a la que yo ya no pertenezco, pero que sí fueron mis profesores en algunos casos, tenían que pensar muy bien lo que iban a hacer, tenían que tenerlo muy claro al no haber ctrl+z, y tenían por ello que tener una buena capacidad de previsualización. No había vuelta atrás, no había la posibilidad de hacer mil cambios en cinco minutos; una vez comenzado el trabajo había que ir hacia adelante en un minucioso proceso de composición.
La producción gráfica es en la era digital más importante que nunca e invito a docentes y a profesionales a inculcar esto en las generaciones de nuevos profesionales que vienen. No sólo de concepto vive el hombre.